De acuerdo con las Bases establecidas en el
Estatuto de la Universidad
de Buenos Aires, aprobado por la Asamblea Universitaria
el 22 de julio y el 11 de noviembre de 1960, aprobado por el Ministerio de
Educación y Justicia de acuerdo con lo establecido por la ley 23.068 y puesto
en vigencia nuevamente por el decreto 154/83, ratificado por ley 23.068, al
restablecerse la Democracia
en la Argentina
y la Autonomía Universitaria :
I.- La Universidad de Buenos
Aires es una entidad de derecho público que tiene como fines la promoción, la
difusión y la preservación de la cultura. Cumple este propósito en contacto
directo permanente con el pensamiento universal y presta particular atención a
los problemas argentinos.
II.- La Universidad contribuye
al desarrollo de la cultura mediante los estudios humanistas, la investigación
científica y tecnológica y la creación artística. Difunde las ideas, las
conquistas de la ciencia y las realizaciones artísticas por la enseñanza y los
diversos medios de comunicación de los conocimientos.
III.- La Universidad es una
comunidad de profesores, alumnos y graduados, Procura la formación integral y
armónica de sus componentes e infunde en ellos el espíritu de rectitud moral y
de responsabilidad cívica. Forma investigadores originales, profesionales
idóneos y profesores de carrera, socialmente eficaces y dispuestos a servir al
país. Encauza a los graduados en la enseñanza y en las tareas de investigación,
y a través de ellos estrecha su relación con la sociedad.
IV.- La Universidad es
prescindente en materia ideológica, política y religiosa, asegura dentro de su
recinto la más amplía libertad de investigación y de expresión, pero no se
desentiende de los problemas sociales, políticos e ideológicos, sino que los
estudia científicamente.
V.- La Universidad , además de
su tarea específica de centro de estudios y de enseñanza superior procura
difundir los beneficios de su acción cultural y social directa, mediante la
extensión universitaria.
VI.- La Universidad estudia y
expone objetivamente sus conclusiones sobre los problemas nacionales; presta
asesoramiento técnico a las instituciones privadas y estatales de interés
público y participa en las actividades de empresas de interés general.
Historia
de la Universidad
de Buenos Aires
El 12 de agosto de 1821 la
UBA nació para defender la libertad. Y para defender la
independencia del país "bajo el orden representativo y único imperio de la
ley": tales las exigencias que planteaba el juramento exigido al Rector y
a los doctores... Pero la exigencia era aún mayor: "¿Juráis y prometéis
conservar y sostener todos los fueros y privilegios de la Universidad ?". La UBA nació como extensión de la
revolución de la
Independencia hacia el campo cultural, pero además, como
entidad autónoma, obligada a defender la libertad y a sostener el gobierno
representativo y la ley. Quebrados éstos la Universidad quedaba
libre para sostenerlos en rebeldía hasta su restablecimiento. Y esa es su
historia de dos siglos, nacida allí, en la Manzana de las Luces.
En su Edicto de erección, en 1821, se describía su circunstancia fundacional:
"Las calamidades del año veinte lo paralizaron todo, estando a punto ya de
realizarse. Pero habiéndose restablecido el sosiego y la tranquilidad de la Provincia , es uno de los
primeros deberes del gobierno entrar de nuevo a ocuparse en la educación
pública y promoverla por un sistema general". La educación era parte
insoslayable del proyecto de país, el camino para construir aquella soñada
"nueva y gloriosa nación" que se levantaba "a la faz de la Tierra ".
Desde que el periódico "El Argos" la llamara "Manzana de
las Luces" el 1º de septiembre de 1821, menos de un mes después de la
instalación en ella de la
Universidad de Buenos Aires en un clima intelectual
claramente iluminista, aquel que había sido el solar jesuítico se convirtió en
el lugar de la ciudad que mejor documenta la evolución cultural de la Argentina. El sitio en donde
habían florecido el tomismo y el barroco pasó a ser el lugar desde donde
irradiaban las luces de la inteligencia ahora empeñadas en la germinación local
de las ciencias naturales y de la filosofía empirista.
Con la creación de la UBA , el desarrollo de las
humanidades y de las ciencias tuvo en la Manzana un potente faro que iluminó el avance del
país, una República fundada en la razón.
Después de varias décadas de labor, con
altibajos causados por las turbulencias políticas de la Provincia de Buenos
Aires y del país, la
Universidad de Buenos Aires fue reorganizada en tiempos del
romanticismo durante el gobierno provincial de Bartolomé Mitre, siendo su gran
Rector de aquel tiempo el humanista Juan María Gutiérrez, destacado miembro de la Joven Argentina y de la Generación del '37,
cuyo rectorado se extendió entre 1861 y 1873.
Durante
el rectorado de Gutiérrez, como parte de una política cultural, científica y
social que continuaba la idea fundacional de la UBA , se acentuó el carácter institucional
universitario independiente del influjo teológico y favorable al desarrollo de
la actividad científica y filosófica libre. En ese contexto, la principal
innovación pedagógica fue la recuperación de los estudios teóricos y
experimentales en ciencias formales ("matemáticas puras y
aplicadas") y "ciencias naturales", con su complemento y
derivación en la inclusión en la
UBA de disciplinas y trayectos de formación universitaria en
áreas como ingeniería y arquitectura, todas ellas incluidas en el nuevo
Departamento de Ciencias Exactas, fundado por Gutiérrez.
En 1865 elaboró un reglamento universitario
que establecía que la UBA
sería gobernada por un Consejo de Catedráticos presidido por el Rector y en 1872
Gutiérrez redactó un proyecto de Ley que constituye una de las bases
doctrinarias fundamentales de la autonomía universitaria en la Argentina.
Por entonces, la UBA era en realidad una
federación de facultades, y, a diferencia de lo imaginado por Gutiérrez, poco
después la Universidad
quedó a cargo del control de la expedición de títulos profesionales
habilitantes, acentuándose la función profesional en permanente tensión con la función
disciplinar vinculada al saber y la dilatación del conocimiento. Por primera
vez, el influjo del positivismo francés prevaleció sobre la inspiración
británica y la adhesión al pensamiento de Wilhelm von Humboldt.
En 1880, al término del período político de
la "Organización Nacional", la República Argentina
pudo resolver el último de los conflictos pendientes desde 1810, con la
federalización de la Ciudad
de Buenos Aires y su declaratoria como Capital Federal de la Nación. Este proceso culminó
con la distribución entre el Estado Provincial y el Estado Nacional, de las
instituciones estatales que hasta entonces habían funcionado en la ciudad y la
provincia de Buenos Aires, como las escuelas, las bibliotecas, los museos, los
bancos y la Universidad. La
UBA quedó entonces dentro de la jurisdicción nacional. Estos hechos ocurrieron,
además, en un contexto de crecientes conflictos entre los sectores ideológicos
laicistas y clericales, tomando la
Ciudad , el Estado Nacional y la Universidad de Buenos
Aires un rumbo decididamente neutral en materia religiosa que constituía la
principal proposición del sector laicista, en gran medida influído por las
derivas de las ideas de Charles Darwin, Thomas Huxley y Herbert Spencer. Este
clima intelectual favoreció la investigación científica y la docencia libre de
condicionamientos externos de carácter religioso o político, implicó un
fortalecimiento intelectual de la
UBA , un creciente influjo sobre la sociedad, y un gran
impulso para las llamadas "profesiones liberales".
La sanción en 1885 de la "Ley
Avellaneda" (Nº 1597/85), la primera norma universitaria de alcance
nacional en el país, basada en el texto redactado y propuesto por el Dr.
Nicolás Avellaneda, ex presidente de la República y a la sazón Senador Nacional y Rector
de la UBA.
En el transcurso del debate parlamentario
del proyecto, se produjo un valioso intercambio de ideas en torno a la
conveniencia o inconveniencia del sistema de concursos para la provisión de
cátedras, triunfando la posición opuesta a los concursos, en contra del deseo
de Avellaneda.
En virtud de esa Ley, queda en manos de las
Universidades Nacionales (Buenos Aires y Córdoba a la sazón) el derecho
exclusivo de expedir títulos. Si
bien aseguraba la autonomía universitaria y organizaba su autogobierno,
integraba los Consejos Académicos con profesores en ejercicio de la docencia y
con notables ajenos a la enseñanza, convirtiendo a tales cuerpos en Academias
dotadas de autoridad y de la misión de proponer ternas para ocupar las Cátedras
que, finalmente eran ocupadas por profesores designados por el Poder Ejecutivo
Nacional, sin concurso de antecedentes ni de oposición. En 1886, la Universidad de Buenos
Aires reformó sus Estatutos para adecuarse a lo dispuesto por la nueva ley.
Este régimen, de carácter conservador, no
impidió la actualización universitaria por mérito de quienes lo aplicaron, pero
no establecía ninguna garantía de renovación y supeditaba la vida universitaria
a las decisiones del poder político. Fue un sistema bastante estable mientras
fue hegemónico el pensamiento positivista, pero hacia fines de siglo empezó a
agotar su vitalidad por el surgimiento de nuevos movimientos intelectuales,
como aquellos que llevaron a la creación de la Facultad de Filosofía y
Letras en 1896 y a la primera reforma del Estatuto de la UBA en 1906.
En 1905 y 1906 se habían producido en la Universidad de Buenos
Aires reclamos estudiantiles referidos a aspectos de su organización directiva.
Como consecuencia de ellos, y basándose en un proyecto elaborado por el
diputado Cantón en 1898, las Facultades dejaron de ser gobernadas por las
“academias” -que se constituyeron en entes científicos independientes y
quedaron como cuerpos asesores- y pasaron a ser dirigidas por “Consejos
Directivos”, integrados por profesores, renovados periódicamente y electos no
sólo por el Claustro sino también con moderada participación estudiantil,
pasando los alumnos avanzados a ser electores aunque no elegibles.
A estas modificaciones se sumaron el
establecimiento del régimen de concursos para la provisión de cátedras -algo
propuesto en 1883 por Avellaneda y rechazado entonces por el Congreso, luego de
un complejo debate-, y el
establecimiento de la “docencia libre”, o “cátedra paralela”. Era Rector,
Eufemio Uballes.
Así, luego del largo rectorado de Leopoldo
Basavilbaso y siendo Rector Uballes, llegó a Buenos Aires el influjo de la
revolución universitaria cordobesa de 1918. Heredera del progresismo liberal y
laicista del Siglo XIX, la Reforma
Universitaria era, sin embargo, una vanguardia
democratizadora del Siglo XX, y fue alentada por pensadores liberales,
conservadores y socialistas provenientes de diversos espacios ideológicos pero
de afín preocupación por la renovación universitaria; tuvo su Manifiesto
Liminar, redactado por Deodoro Roca, y sus grandes cronistas como Julio V.
González y Gabriel Del Mazo. La
Reforma fue un gran movimiento de ideas, en el cual
participaron en Córdoba y en otros centros universitarios, muchos otros
intelectuales de nota. El Manifiesto cordobés acusaba: "Nuestro régimen
universitario es anacrónico. Está fundado sobre una especie de derecho divino:
el derecho divino del profesorado universitario. Se crea a sí mismo". Esta
no era ya la situación en Buenos Aires pero todavía quedaban huellas muy importantes
de esa concepción. La Reforma
enfrentó al dogmatismo autoritario y escolástico, pero también rechazó el
dogmatismo positivista; surgió como un impulso progresista, idealista y
democratizador, cuya potencia que llega hasta nuestros días.
En 1918 la situación en la Universidad de Buenos
Aires era mucho menos conflictiva, y el Rector Eufemio Uballes (1906-1922) en
ese año auspició una reforma del Estatuto, lo que permitió una armoniosa
actualización institucional. Haciendo historia, Horacio Sanguinetti, Enrique
Grande y otros autores han señalado algunos puntos centrales del pensamiento
reformista: la autonomía universitaria, la democracia interna, el gobierno
tripartito, la selección de profesores por medio de concursos abiertos y
públicos, la periodicidad de la cátedra, la libertad intelectual, la calidad de
la enseñanza, el rigor científico, el ejercicio de la investigación, la labor
de extensión como proyección social, la activa participación en el gobierno de
las casas de estudios de graduados y estudiantes.
A partir de entonces, y a pesar de la tensa
situación política generada por el golpe militar de 1930 y su embate contra
sectores universitarios -que motivó conflictos, renuncias y rebeliones- la UBA puso seguir conservando un
funcionamiento bastante autónomo y hasta cierto punto independiente de la
coyuntura política. Estas condiciones se perderían sustancialmente a partir de
1943, cuando un nuevo golpe militar desplazó a un gobierno civil ilegítimo por
causa de fraude electoral y notablemente desprestigiado. En 1945 la Universidad fue
avasallada nuevamente, perdiendo su autonomía y viendo aplastada la oposición
representada por un vasto movimiento de rebeldía estudiantil y apoyada por el
Rector Rivarola y la mayoría de las autoridades universitarias legítimas. Los
hechos derivaron en violencia y en el alejamiento forzado de la Cátedra de gran cantidad
de eminentes profesores universitarios.
Impuestas dictatorialmente unas nuevas
autoridades universitarias se oponían al principio de la libertad de cátedra y
a los postulados reformistas y defendían una concepción autoritaria y
jerárquica de la vida académica. Con
altibajos y diferencias de grado, pero con persistente oposición estudiantil,
la dependencia de la UBA
del Poder Ejecutivo Nacional se prolongó por una década.
En septiembre de 1955 un nuevo movimiento
cívico-militar desplazó al gobierno en ejercicio y, poco después, las
universidades fueron ocupadas por grupos de estudiantes y graduados que hasta
entonces habían actuado el la resistencia al sistema iniciado en 1945. Con
amplio apoyo estudiantil y del profesorado, en la UBA fue designado interventor,
a partir de una terna presentada por la
FUBA , el historiador José Luis Romero. Se inició entonces un
proceso de desplazamiento, también motivado ahora por razones políticas, de
aquellos docentes y administrativos que habían estado vinculados en forma más
estrecha con el gobierno derrocado y de regreso a las aulas de profesores que
habían sido desplazados. El nuevo régimen estableció un nuevo marco legal para
el gobierno de las universidades y con ese propósito sancionó un decreto que
reestableció la autonomía universitaria, dispuso que las casas de estudios
serían gobernadas por sus diplomados, estudiantes y profesores (asegurando el
papel directivo de estos últimos), y también determinó que los docentes serían
designados por concursos sustanciados por las mismas casas de estudios.
Este período se extendió por una década en
la cual la UBA
vivió uno de sus momentos más luminosos y fecundos, que han empezado a ser
historiados metódicamente y revisten gran interés cultural. Valga como ejemplo
el libro de Catalina Rotunno y
Eduardo Díaz de Guijarro "La construcción de lo posible. La Universidad de Buenos
Aires de 1955 a
1966".
En 1966 un nuevo movimiento militar derrocó
al gobierno constitucional. La
Universidad , a través de su Consejo Superior, se pronunció
institucionalmente en contra del movimiento. Un mes después, el nuevo gobierno
decretó la supresión del gobierno tripartito y la disolución de los organismos
de gobierno universitario. Dispuso además que los Rectores se transformasen en
interventores y se sometiesen así a las autoridades del Ministerio de
Educación. El Rector de la UBA ,
Hilario Fernández Long, rechazó la disposición y se alejó así de su cargo.
Algunas facultades, como Filosofía y Letras, Medicina, Arquitectura y Ciencias
Exactas fueron tomadas por grupos de estudiantes y docentes. La respuesta de
las autoridades militares no se hizo esperar y los edificios fueron desalojados
por la policía y el ejército en forma violenta. Los episodios más graves se
vivieron en la Facultad
de Ciencias Exactas, donde la guardia de infantería ingresó al edificio y
agredió físicamente a quienes permanecían en él. Más de ciento cincuenta
personas, entre estudiantes y profesores, fueron detenidas y encarceladas
aunque se las liberó horas más tarde. El acontecimiento es conocido con el
nombre de La Noche
de los Bastones Largos. La intervención y los episodios de violencia generaron
una ola de renuncias en varias de las facultades. Más de 1300 docentes
abandonaron sus cargos. Los que dejaron la casa de estudios pertenecían, en su
mayoría, a sus grupos más dinámicos y calificados. La mitad de ellos,
aproximadamente, desempeñaba sus tareas en las Facultades de Ciencias Exactas y
Filosofía y Letras. Alrededor de trescientos docentes optaron por el exilio y
se incorporaron a institutos y universidades del exterior. De este modo,
terminó la experiencia renovadora iniciada en 1955.
Entre 1966 y 1976 las universidades
nacionales carecieron de autonomía. La situación se agravó extremamente a
partir de 1976. Un día después de producido el golpe militar del 24 de marzo de
1976 las universidades fueron intervenidas. En la UBA , fue designado un militar,
quien sostuvo que su principal objetivo consistía en reordenar los claustros
“eliminando los factores ideológicos”. Las instituciones universitarias fueron
uno de los focos centrales de la represión implementada por el régimen militar.
Su política se expresó en cesantías masivas de docentes y no docentes,
expulsiones de estudiantes y en el secuestro y desaparición de personalidades
relevantes de la comunidad académica, particularmente vinculados con la
militancia gremial tanto docente como estudiantil. De acuerdo con la memoria
histórica oficialmente establecida por la UBA y publicada en su página web, los atentados y
la destrucción de instalaciones universitarias continuaron durante gran parte
de los años 1976 y 1977 e incluyeron en el caso de la UBA la quema de más de un
millón de ejemplares de textos publicados por su editorial. Cabe recordar, en
este contexto, que el informe de la
Conadep ha señalado que un 21% de los desaparecidos eran
estudiantes y un 3,7% docentes. El 29 de ese mismo mes de marzo el gobierno
estableció una ley, la 21.276, de carácter transitorio, por la que dispuso que
el gobierno y la gestión de las universidades quedaría bajo la responsabilidad
de funcionarios designados por el Ministerio de Cultura y Educación. Los
primeros interventores designados eran hombres pertenecientes o cercanos a la
las fuerzas armadas que acumulaban amplias y discrecionales atribuciones.
La política del régimen militar hacia
En el año 1982, pese a la continuidad de la
dictadura, recobró actividad, potencia y prestigio el activismo estudiantil
que, en un contexto de debilitamiento del gobierno y renacimiento político,
logró reconstruir agrupaciones y centros de estudiantes que anticiparon la
recuperación democrática de 1983.
En estas circunstancias, cuando el 10 de
diciembre de 1983, luego de comicios realmente libres y genuinos, por primera
vez en muchísimos años, autoridades civiles asumieron el Poder Ejecutivo
Nacional y representantes del pueblo y de las provincias reconstruyeron el
Congreso Nacional de acuerdo con la Constitución , y el Poder Judicial pasó a ser
presidido por una nueva Corte Suprema de Justicia legítima y democrática, el
país pudo iniciar una etapa de paz y libertad de la cual en estos días se
celebran sus primeros 30 años.
Las universidades nacionales fueron
nuevamente intervenidas, pero esta vez para normalizarlas dentro del régimen de
autonomía y gobierno tripartito, propiciado por la Reforma Universitaria
de 1918, establecido en el Estatuto de 1960 y restablecido ahora por el Decreto
Nº 154 de 1983. En 1985, luego de un breve período de normalización y de
importantes acciones de actualización pedagógica e institucional, la UBA pudo elegir libremente sus
Consejos Directivos, su Consejo Superior, sus Decanos y Rector, y autoridades y
comisiones de sus Centros de Estudiantes.
Desde entonces, en plena libertad
intelectual e institucional, la normalidad ha permitido una permanente, fecunda
y enriquecida renovación pedagógica, fruto de la cual no es solamente la
actualización de los estudios de grado y posgrado, sino la multiplicación de
carreras y cursos, el exponencial crecimiento de la investigación y la
extensión y un crecimiento dimensional que implica un potencial capital
intelectual para la región y para el país, cuyos efectos ya se manifiestas
sobre la sociedad, la cultura y la economía y cuyas repercusiones se acentuarán
seguramente en las próximas décadas.
Gustavo A.
Brandariz, arq.
Buenos Aires, 2013
Fuentes:
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Aires: http://www.uba.ar/index.php
Página web de la Universidad de Buenos
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Gutiérrez, Juan María. Noticias históricas sobre el
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1959. Introducción de Norberto Rodríguez Bustamante.
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Nalé Roxlo, Adolfo Korn Villafañe, Carlos Sánchez Viamonte, Luis Di Filippo,
Eduardo Hioward, Emilio Biagosch, Silvio frondizi, Fernando Díaz Ulloque,
Esteban Gorriti, Horacio Valdés, Héctor P. Agosti, Ezequiel Martínez Estrada,
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Su legado. Compilación de la
Fundación 5 de octubre de 1954. Buenos Aires, Fundación 5 de
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Balestra, Gastón Bordelois, Norberto Rajneri, Ernesto Weinschelbaum).
Frondizi,
Risieri. La Universidad
en un mundo de tensiones: Misión de las universidades en América Latina. Buenos
Aires, Eudeba, 2005. Prólogo de Guillermo Jaim Etcheverry.
Rotunno,
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1966. Buenos Aires, Libros del Zorzal, 2003. Prólogo de Marcelino Cereijido.
(Textos de Rolando García, Tulio Halperín Donghi, Juan Manuel Borthagaray,
Manuel Sadosky, Ana María Barrenechea, Gregorio Klimovsky, Alejandro Kacelnik,
Ricardo Monner Sans, Antonio Barrutia, Alberto Agrest, Jorge Albertoni, Roberto
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Fuentes
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Diner
de Babini, Rosa. Cronología Científica Argentina. Buenos Aires, Marymar, 1982.
Durelli,
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Historia del Centro de Estudiantes de Derecho - UBA. Buenos Aires, Eudeba, 1995.
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Universidad de Buenos Aires.
Revista de la Universidad
de Buenos Aires. Colección.
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